
REFLEXIONES DE QUIEN MIRA Y ADMIRA NUESTRO ALQUÉZAR Y…

Tras conocer el proyecto de construcción de la Tirolina en el entorno de Alquézar, he reflexionado acerca de varias cuestiones que deseo compartir a través de estas líneas. También me han surgido numerosas preguntas que también planteo en este texto.
Quiero comenzar felicitando a quienes han impulsado y han hecho realidad la Plataforma «Alquézar Sostenible», pues estoy convencido que va a ser una herramienta transformadora, constructiva, integradora e inspiradora, basada en la reflexión y en un debate enriquecedor, acerca del modelo de turismo que se desea aplicar en Alquézar en los próximos años.
Nadie duda que el sector turístico es la piedra angular en torno a la cual se sustenta la economía de Alquézar y que ejerce su área de influencia en buena parte del Somontano y comarcas limítrofes, es especial Sobrarbe.
Me voy a centrar en un elemento clave, el paisaje, entendido como una realidad geográfica en la que confluyen diversos aspectos naturales, culturales, históricos, económicos y sociales. El paisaje se puede entender como un gran caleidoscopio, formado por multitud de elementos que responden a diversos factores y que muestran dinamismo, pues varían a lo largo del tiempo. Pero un mismo paisaje puede ser visto, entendido y valorado de formas tan diferentes como ojos que lo miran, existiendo un paisaje para cada persona. Partiendo de esta idea inicial, voy a tratar de explicar el paisaje desde diferentes puntos de vista, como si de un juego de rol se tratara. Son mejor ejemplos, y por tanto no pretendo generalizar o esterotipar los perfiles escogidos.
Para los habitantes de mayor edad de Alquézar, el paisaje es la suma de experiencias y conocimientos heredados, que guarda infinidad de historias, vivencias y el recuerdo del duro trabajo de antaño. Cada campo, tozal, barranco o cueva tiene su nombre y a cada uno se le asocia un recuerdo. Cuando miran su paisaje regresan a su juventud y a un tiempo que añoran. En ellos han quedado grabados sus sueños y sus vidas.
Para un naturalista, el paisaje ofrece la posibilidad de disfrutar de la contemplación y el estudio de la naturaleza. Observa las aves con sus prismáticos, identifica las orquídeas en Fuentebaños, sigue el rastro de nutrias en el Vero, espera la llegada de los buitres en el comedero de San Gregorio… ¿Existe mayor placer que disfrutar de la naturaleza en un espacio protegido como el Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara? Una vez que el naturalista ha venido en primavera, ya está pensando en regresar en otoño y en invierno, para observar otras especies, vivir nuevas sensaciones, recorrer nuevos senderos…
Para un fotógrafo de naturaleza o un pintor paisajista, Alquézar y su entorno brindan la oportunidad de captar infinidad de texturas, luces y colores, cambiantes a lo largo de todo el año. Una vez inmortalizado el paisaje y el momento, bien con su cámara o su lienzo, están deseando regresar en otra época de año, porque cada estación regala nuevas opotunidades. También la noche ofrece infinitas posibilidades. ¿Quién se resiste a fotografiar en una noche de verano el cielo estrellado y la Vía Láctea desde el Puente de Fuentebaños?
Para un amante y apasionado de la Historia y el Arte, Alquézar representa el paraíso, la quinta esencia de un paisaje donde es posible leer la superposición de culturas y hechos históricos, así como la evolución del pensamiento humano a lo largo de los últimos 1000 años. Tal como ya hizo el pirineista Lucien Briet hace un siglo, el viajero cultural admira y trata de leer el paisaje natural sobre el cual se superpone la huella humana tras siglos de historia. Respira tranquilo porque sabe que Alquézar y su cañón están protegidos por la normativa vigente: la villa declarada Conjunto Histórico Artístico y la Colegiata Bien de Interés Cultural. A ello hay que sumar su pertenencia al Parque Cultural del Río Vero.
Alquézar es un ejemplo perfecto de como el elemento cultural se integra en el natural, formando una unidad plena e indivisible. Desde las murallas del Castillo, los ventanales de la Colegiata o el Mirador de O Bicón, entre otros, se puede admirar la belleza del último tramo del cañón del Vero, los viejos olivares de alquezrana que se extienden por la ladera abancalada, la silueta inconfundible de los álamos de Fuentebaños y también la de la ermita de San Antón. Quien venga a Alquézar buscando arte e historia, Cultura en definitiva, seguro que regresará en futuras ocasiones, porque tendrá la necesidad de seguir descubriendo nuevos lugares.
Para quien le interesa el Arte Rupestre, Alquézar es la puerta de entrada al fascinante mundo de la Prehistoria, pues la villa tiene la fortuna de conservar un increíble conjunto de abrigos con pinturas rupestres declarado por la UNESCO «Patrimonio Mundial», nada más y nada menos. Así lo recuerda el tótem que hay junto al Mirador de la Sonrisa al Viento, con la fascinante e icónica imagen del Ciervo de Chimiachas.

Este visitante sabe que proximo a Alquézar se encuentra el abrigo de Regacen, al que se llega por el Camino Natural, pasando por Villacantal o Fuentebaños; también Quinzas, Chimiachas y la desconocida Palomera. Pero no solo percibe el arte rupestre como un hecho aislado, sino que lo asocia al paisaje que le acoge y le da sentido. Aquí los paisajes le generan asombro y emoción, porque el Cañón del Vero tan apenas ha sufrido alteraciones antrópicas a lo largo de los siglos y todavía es posible sumergirse en un mundo tranquilo y puro que evoca la preshistoria.
No olvidemos que cerca de la Alquézar, en el Barranco de Arpán, se cuentra la Cueva de la Fuente del Trucho, con pinturas paleolíticas únicas en Aragón y también de las más antiguas de la Península Ibérica.
Aquí no hay presas ni pantanos, no hay tendidos de alta tensión, no hay carreteras ni túneles en el cañón, no hay ruidos extraños que molesten y rompan la quietud, porque no olvidemos que el paisajes también se pinta de silencio, olores y sensaciones. El amante de la prehistoria vendrá una y otra vez, porque las opciones que aquí encuentra son enormes y únicas.
Para un amante del turismo de aventura, Alquézar es el paraíso para la práctica del descenso de barrancos y la escalada. Aquí puede vivir una experiencia inolvidable dentro de un espacio natural protegido como es la Sierra de Guara. Sabe que el Cañón del Vero ofrece todo lo que sueña y desea, ya que desde la Fuente de Lecina y hasta el Camping del Río Vero no va a encontrar presas ni obras de infraestructura que dañen e impacten el paisaje. Si además va acompañado de un guía de montaña conocedor de la vida natural de Guara, sus tradiciones, sus oficios perdidos, la historia de sus pueblos y gentes, el grado de satisfacción será máximo. Querrá volver para descender otros barrancos y descubrir otros lugares salvajes, viviendo la aventura en plena naturaleza, pura y sin artificios.
Para un visitante más «consumista», joven, moderno, con móvil en la mano y la mente puesta en las terrazas de la plaza, Alquézar y el Cañón del Vero son el lugar que ha descubierto a través de las redes sociales. Sabe que hay Pasarelas a donde hay que ir sí o sí, porque todo el mundo va. Le han dicho que para hacer la ruta no hay que sufrir mucho y es imposible perderse, ya que se entra por un lado y se sale por otro, como en IKEA. Además hay cobertura de móvil, indispensable para hacerse un selfie y colgarla en Instagram, aunque esté muriendo de agotamiento. Tal vez, cuando llegue a la plaza y se haya tomado su refresco, le entren ganas de gastarse el dinero tirándose por la tirolina y lo podrá contar para conseguir muchos «Me gusta». Es muy posible que al terminar el día no se quede en Alquézar y prefiera coger su coche para volver a su casa y ver su serie preferida en la pantalla de plasma del salón. Una vez que haya hecho las Pasarelas y se haya tirado por la tirolina, no tengo claro si volverá a Alquézar, al menos durante una larga temporada.
Aquí dejo este ejercicio personal de «psicoanálisis», o como se quiera llamar. Podría buscar más ejemplos y meterme en la piel de otras personas con perfiles diferentes, pero creo que con lo aquí planteado se puede captar el mensaje que deseo compartir. De todo ello también me surgen muchas preguntas, como las siguientes.
¿Este paisaje excepcional, que es Alquézar y su entorno natural, sería igualmente valorado por todos los visitantes si se instalara una tirolina?
¿Es necesario que un pueblo como Alquézar, con el prestigio que tiene gracias a sus valores naturales y culturales, tenga que recurrir al «turismo de atracciones»?
¿Estamos seguros que los clientes de la tirolina, que pagan para consumir emociones rápidas y efímeras, volverán a Alquézar y se alojarán en la localidad?
¿Cuánto durará la moda de las tirolinas?, porque está claro que las modas son pasajeras. ¿Habrá valido la pena implantar esta infraestructura con el riesgo que ello supone?
Ya para terminar, me gustaría compartir la visión que yo tengo de Alquézar y del Cañón del Vero, pues son una parte esencial de mi vida. Cada vez que lo contemplo me sigue asombrando y me pregunto cómo es posible que un paisaje tan bello haya llegado hasta nuestros días.
Pero Alquézar también me ha brindado la oportunidad de compartir mi cariño y admiración con cientos de visitantes, durante el desarrollo de mi labor profesional como guía en la Colegiata, en el pueblo, contando cuentos junto a Sandra Araguás o guiando a grupos por las Pasarelas.
Ya desde niño, Alquézar y el Cañón de Vero despertaron en mí una pasión creciente por la naturaleza, la historia y la cultura. Dicha pasión se ha convertido en profesión y también en un modo de vida centrado en la investigación, gestión, conservación y divulgación. Es por ello que me siento obligado a aportar mi granito de arena para que este enclave se siga valorando y conservando tal como lo vemos hoy, pues de no hacerlo me estaría traicionando a mí mismo.
Por supuesto que apoyo las tirolinas, y las estaciones de esquí, y los tendidos de alta tensión, y lo que haga falta, pero cada cosa en su sitio.
Alquézar y el Cañón del Vero se merecen todo nuestro respeto, pues ellos todo lo dan sin esperar nada a cambio de nosotros.
Si se construye la tirolina, ¿estaremos traicionando las expectactivas futuras y el enorme potencial del sector turístico de Alquézar y la Sierra de Guara como destino sostenible? No olvidemos que el propio Gobierno de Aragón, a través de Turismo de Aragón, han diseñado una estrategia de turismo sostenible que ya se está implantando, pues es presente y futuro.
Alquézar ha conseguido lo más complicado, que es posicionarse y lograr un prestigio como destino turístico de interior y de calidad. Por eso nos encontramos en un momento idóneo para detener el reloj y reflexionar acerca del modelo turístico que deseamos construir entre todos y para los próximos años.
Jamás debemos olvidar que el patrimonio y el paisaje son el presente y el futuro. También son un elemento diferenciador respecto a otros destinos y nuestra principal marca de calidad.
Todos tenemos la responsabilidad de proteger y cuidar este legado excepcional, porque el patrimonio y el paisaje no son de nuestra propiedad y sí de las generaciones venideras.
Nacho Pardinilla es un conocido y querido guía-intérprete y divulgador del patrimonio, miembro del equipo de investigación del paisaje del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, educador y guía de arte rupestre del Río Vero y educador ambiental.